viernes, 21 de octubre de 2016

Año 2030: Querido diario...

Gijón, lunes 21 de octubre de 2030

Querido diario: 

 Esta mañana los alumnos de 1º de Bachillerato me han preguntado cómo era el instituto al que yo iba de pequeña. Como estábamos explicando el pasado simple y el used to me ha parecido pertinente remontarme veinte años atrás para contarles mi experiencia en el insti. Al fin y al cabo, un profesor de Psicología que tuve en la UVA el año que hice el máster de Educación (allá por el 2016) y de cuyo nombre ya no me acuerdo nos insistía en que era importante amenizar las clases con anécdotas.

Al principio no podían creerse que en todo el centro solo hubiera un aula de informática en la que había cabida para 25 ordenadores. Menos mal que no les conté que a veces nos peleábamos por utilizar los de primera fila, que eran los únicos con pantalla plana. También les sorprendió sobremanera, aunque ya se lo habían oído contar a sus padres,  que tuviésemos un libro de texto para cada asignatura y que, además, hubiera que cargar con ellos en la mochila todos los días. No entienden cómo podíamos llevar tanto peso sin sufrir consecuencias en nuestras espaldas. ¡Qué curioso! Es que ahora apenas tienen que traerse la tablet y el bocadillo para el recreo (los que no sucumben a las delicias de la cafetería), puesto que el resto de material (diccionarios, manuales, folios, cuadernos, lapiceros y bolígrafos) pertenecen al centro y se quedan en las aulas. Además, les dije que no teníamos pizarras digitales, pero que, con suerte, la mayoría de las aulas estaban dotadas de una televisión pequeñita en la que, una o dos veces al año, los profesores de idiomas, música e historia nos ponían una película. 

¡Ahora todas las aulas están llenas de cachibaches que, a diario, suponen un soporte básico para el funcionamiento de la clase! Pero no puedo quejarme: esta nueva tecnología, estos aparatos que cuando estaba preparándome para ser profesora no podía ni imaginar que existirían algún día, no hacen sino ayudarme en mis tareas como docente. La preparación de las clases es mucho más rápida y hay tantos recursos nuevos que cada sesión es diferente y noto cómo mis alumnos disfrutan con cada actividad.

Al menos respiraron aliviados cuando les conté cómo eran los exámenes de acceso a la Universidad: ellos ya no tienen que sufrir la antaño temida Selectividad.  Ahora, los méritos de los alumnos para estudiar un grado universitario se miden mediante sus notas, pero también a través de recomendaciones y comentarios de los profesores, entrevistas personales y cartas de motivación. 

Es increíble cómo han cambiado los centros. Recuerdo que yo también me sorprendía cuando mis padres me contaban sus vivencias en la escuela en los años 60. No he podido evitar sentir cierta nostalgia al recordar mis etapas en el instituto y en la universidad. Siempre pensé que es una pena que ni mis padres ni mi centro educativo hubiesen podido ofrecerme la oportunidad de hacer algún intercambio de idiomas al extranjero. Es una experiencia que siempre he echado en falta en mi adolescencia. Hoy, echando la vista atrás, creo que puedo decir que absolutamente todo lo que viví en mi época de estudiante me aportó algo positivo tanto en lo profesional como lo profesional. ¡Incluso los ejercicios de matemáticas que de pequeña consideraba inútiles me han servido de algo alguna vez! Todo lo aprendido en las clases de literatura, historia, filosofía, religión, música, física y química... Todo vale. Aunque sea para ganar en el Trivial. ¿Quién me lo iba a decir?

Querido diario, ahora tengo que irme a una reunión con el Departamento de Lenguas Extranjeras para terminar de organizar el viaje de fin de curso a Washington D.C. y Nueva York. 

¡Hasta la próxima!  




 

S.O.S. ¡Conflictos en el aula!

Son numerosos los conflictos que pueden surgir en el aula. Cada alumno tiene unos intereses, motivación, destrezas y desarrollo cognitivo diferentes, y de esto depende la actitud y el comportamiento que puedan presentar en clase. Creo que, en general, para evitar conflictos, es necesario que tanto los alumnos como el profesor tengan claro desde el principio de curso las normas de la clase; aún así, el docente debe estar preparado para que surja cualquier dificultad y, sobre todo, debe reflexionar brevemente antes de actuar, pues su actitud hacia el alumnado también condiciona el comportamiento de este.

En mi experiencia dando clase a niños y adolescentes he vivido distintos conflictos en el aula: grupos muy heterogéneos en cuanto a comportamiento y capacidades; falta de motivación; niños pequeños con problemas familiares que descargan su frustración sobre sus compañeros, chavales con TDAH; alumnos que no se integran en el grupo y otros que están demasiado integrados (hasta el punto de que olvidan que están en un aula)...

Por tratar solo de uno de ellos, me centraré en un caso real que podría resumir así: los adolescentes y sus aficiones. Se trata de un grupo de chicos (varones) de unos catorce años con una pasión exacerbada por el fútbol.  Hacia finales de curso, poco antes de la final de la Champios, durante los 60 minutos en los que dura la clase les cuesta centrar la atención en algo que no sea el partido del año; se distraen demasiado y sus conversaciones suelen terminar en conflictos verbales, por lo que decido centrar la atención de las actividades en el fútbol. Por ejemplo, una de las tareas que tienen que hacer en clase es buscar información sobre su futbolista favorito y redactar una breve biografía. Como además coincide que la unidad de gramática que están estudiando es el futuro, tienen que hacer un pronóstico sobre el partido: qué, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué... Esto les divierte especialmente porque les propongo premiar al que más se acerque a la realidad. 

Para mí esto fue divertido porque también me gusta el fútbol y participé con ellos en la crónica anticipada. Esto supuso un acercamiento a los chavales, a quienes les interesaba saber mi opinión acerca de mi equipo y mis jugadores favoritos. Creo que al final fui capaz de transmitirles que el fútbol, para mí, no es más que un deporte divertido y que disfruto apoyando a mi equipo, pero que no merece que le preste más atención que a mi trabajo o estudios y que es un asunto de actualidad banal por el que no vale la pena discutir. 

Aunque ya quedaba menos de un mes para que se terminara el curso, después del día D no se volvió a mencionar el fútbol en la clase. Las vacaciones de verano estaban ahí, y los recursos para utilizar este tema en inglés son casi infinitos... :)

Dificultad de aprendizaje

Una dificultad de aprendizaje es cualquier elemento que obstaculiza el normal desarrollo intelectual de un individuo. Puede afectar a destrezas como el habla, la escucha, el razonamiento, las habilidades matemáticas, la escritura, la lectura... Es muy probable que la causa principal sea una disfunción del sistema nervioso. Además, las dificultades de aprendizaje pueden derivar en problemas de conductas de autorregulación e interacción social.

En el centro educativo, creo que es primordial ayudar a los alumnos con estos dificultades en lo que se refiere a su integración en el centro, por ejemplo, mediante actividades extraescolares u otras actividades que incluyan a todos los alumnos, profesores e, incluso, familias. Por otro lado, en cuanto a su aprendizaje, creo que la mejor opción es la adaptación curricular y el agrupamiento en aulas con otros chicos con edades y características similares.

He leído esta web para elaborar mi definición: http://www.psicoterapeutas.com/paginaspersonales/lucia/dificultadesaprendizaje.htm 

martes, 18 de octubre de 2016

La convivencia en el aula

Cuando decidimos que queremos ser profesores nos centramos en nuestra idea de que tenemos unos conocimientos específicos en una materia que queremos compartir con las futuras generaciones. Es muy importante ser capaces de transmitir estos conocimientos y seguir formándose siempre que se pueda. Pero también es necesario, para ser un buen profesor, propiciar un clima agradable en el aula que asegure el éxito de todos los estudiantes. 

Es absolutamente natural que en un grupo social surjan pequeños roces o incluso conflictos que perjudiquen a la marcha normal de la actividad que se está desarrollando. Vemos con frecuencia que esto sucede en grandes empresas y entre representantes políticos. ¿Cómo no va a pasar con niños y adolescentes? Lo interesante ahora es preguntarse: ¿cómo prevenir situaciones desagradables y favorecer una convivencia pacífica en el aula?

Está en manos del profesor plantear actividades en las que, en la medida de lo posible, todos se sientan a gusto y participen activamente. La diversidad en el aula es uno de los principales problemas de cara a planificar el currículo y las tareas que se van a desarrollar. Por eso es necesario que el profesor (y sobre todo el tutor) conozca a fondo a todos sus alumnos: su entorno social, familiar, cultural, aficiones, áreas en las que encuentra más dificultades... 

A la hora de favorecer que haya un buen ambiente de grupo en el aula, me parece vital que los chicos se acostumbren a trabajar en equipo. Estos equipos los puede formar el profesor de forma heterogénea y, a veces, aleatoria, de forma que cuando acabe el curso los alumnos hayan tenido la ocasión de trabajar con todos sus compañeros al menos una vez. Además, me parece sano que haya cierta competitividad con los alumnos de la clase de al lado, por ejemplo, para que todos los miembros de la clase se sientan parte de un equipo, quieran ser los mejores y colaboren y se esfuercen al máximo por conseguir sus objetivos y no decepcionar a sus compañeros. 

Creo que no puede haber nada más satisfactorio en un aula que sentir el compañerismo y la cooperación entre los alumnos, especialmente en la etapa de la adolescencia, porque en este periodo es cuando se perciben más diferencias entre chicos y chicas, cada adolescente se va desarrollando y creciendo a ritmos distintos, y se puede notar más diversidad entre ellos. 

 

viernes, 14 de octubre de 2016

El tutor ideal

Como ya os comenté en la entrada en la que propongo una actividad para la sesión de tutoría, el tutor tiene una función fundamental y tiene que estar ahí para sus alumnos no solo durante la hora semanal asignada para el aula. En la clase de Procesos y Contextos Educativos, hemos pensado en las cualidades del tutor ideal y hemos elaborado el siguiente decálogo

1. El tutor ideal tiene que ser capaz de escuchar. No en el sentido de "oír": tiene que practicar la escucha activa

2. El tutor ideal tiene que ser asertivo

3. El tutor ideal tiene que ser empático.

4. El tutor ideal tiene que ser una figura cercana a los alumnos, de forma que los alumnos sepan que pueden confiar en él. 

5. El tutor ideal tiene que ser creativo para afrontar las sesiones de tutoría con originalidad.

6. El tutor ideal tiene que estar motivado

7. El tutor ideal tiene que ser perseverante.

8. El tutor ideal tiene que estar involucrado en su labor de tutor. 

9. El tutor ideal tiene que ser positivo.

10. El tutor ideal tiene que ser un buen consejero

Además, me ha gustado mucho la propuesta de algunos de nuestros compañeros, que han incluido en su decálogo que el tutor ideal tiene que tener humor. Creo que no es fácil ser tutor, pero el día en que me toque serlo me repasaré este decálogo y el de mis compañeros para intentar hacerlo lo mejor posible. Y si esto no funciona, consultaré el blog de esta profesora de Málaga dedicado a los tutores.




Por cierto, ¿sabíais que un decálogo no tiene por qué estar compuesto de 10 normas? 
Os dejo la definición del Rae: 

 

miércoles, 12 de octubre de 2016

Documental "Una clase dividida"

Interesantísimo documental que me ha recordado a la película La Ola (Die Welle, 2008). En un colegio de Estados Unidos a finales de los 60 una profesora lleva a cabo un experimento entre alumnos de 8-10 años. Los divide en dos grupos según su color de ojos: azul o marrón. El primer día, los niños de ojos azules son superiores a los de ojos marrones. La profesora consigue convencerlos de ello, y los niños llegan a percibir que son más listos, más rápidos y más buenos que sus compañeros. Se les dan privilegios como más minutos de recreo y más comida, mientras que a los niños de ojos marrones se les priva del recreo y no pueden repetir plato. Al día siguiente, se invierten los roles. 

Durante el experimento, los niños creen firmemente que son inferiores o superiores a sus compañeros debido a los comentarios de la profesora y de ellos mismos. Cuando termina el experimento y todos vuelven a ser iguales, todos reconocen que el color de ojos no determina la superioridad de una persona sobre otra. Es curioso que, durante los dos días que la clase estuvo dividida, los alumnos que se suponía que eran mejores al resto realizaron una tarea concreta en menos tiempo que los inferiores. Esto está muy relacionado con el concepto de "autoeficacia". 

El documental no solo muestra cómo se vivió el experimento, sino que después podemos escuchar las reflexiones de los alumnos y la profesora quince años después, ahora adultos que recuerdan sus días de colegio.  

Estilos docentes

Esta semana hemos hecho un test que determina el tipo de liderazgo del profesor. Podéis encontrar el test aquí. En mi opinión, algunas de las preguntas no están directamente relacionadas con las labores de un profesor, pero es interesante aprender acerca de los tipos de liderazgo que hay. 

Mis resultados no han sido muy concluyentes. Soy mitad "líder misionero", mitad "autócrata benevolente". Y también tengo un poco de "líder conciliador complaciente". La parte más baja es la de "líder dessertor"

Aún así, como podéis ver en el gráfico, los 8 perfiles están más o menos igualados. Será porque, como decimos los traductores "todo depende del contexto".