La primera vez que empecé a dar clase no me había planteado
la necesidad de establecer una norma para el aula. Con la experiencia, comencé
a fijar unas reglas que tanto mis alumnos como yo debíamos acatar. Y, con un
poquito más de experiencia, decidí que es esencial que ambas partes conozcan
las normas, pero las normas no tienen por qué ser iguales con todos los grupos.
Por ejemplo, no todos los niños o adolescentes necesitan
que les digas que no deben utilizar el móvil en clase. Algunos ya son
conscientes de ellos. Según cómo
funcione el grupo, quizás sea preferible imponer un ambiente de silencio durante
la realización de actividades o todo lo contrario: la comunicación es vital
para el aprendizaje.
Por eso, mi estrategia es establecer una serie de normas
que crea que son comunes para todos los adolescentes y, después,
proponerles a ellos que, entre todos, y durante las primeras semanas del curso,
planteemos las reglas específicas para cada grupo. Estas normas son negociables entre
los alumnos y el profesor y pueden modificarse en función de las
experiencias y situaciones que se presenten. Es una forma de que sepan que forman parte del proceso de
enseñanza y que su opinión cuenta.
¿Cuáles son algunas de las normas generales que me gustaría
incluir?
1. Respetar a los demás compañeros
2. Traer el material a clase
3. Pedir ayuda al profesor o al compañero siempre que sea
necesario
4. No interrumpir a otro compañero cuando está hablando
5. Intentar hablar inglés siempre
Ahora trabajo con niños pequeños (de 3 a 8 años) y solo
puedo hablar en inglés con ellos, por lo que las normas que se establecen en mi
clase son distintas y ellos no tienen la oportunidad de colaborar en el proceso
de «construcción de normas».
¡Espero poder poner en práctica este sistema de normas muy
pronto con mis alumnos de Secundaria!
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